Bolonia, un rincón de naturaleza viva en plena costa gaditana. Famosa por su gran duna de arena de más de 30 metros de altura declarada Monumento Natural en 2001. Un lugar mágico a caballo entre Punta Camarinal y Punta Paloma, camino de Tarifa. Un lugar donde perderse, un recoveco del mundo rodeado de parques naturales como El Parque Natural del Estrecho, Las Sierras de la Higuera o la Loma de San Bartolomé. Un remanso de calma totalmente virgen que además cuenta con siglos de historia reflejados en el Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia. Este monumento nacional, representa una ciudad-factoría romana del cual impresiona sobre todo su estado de conservación. Durante los meses del estío, en el anfiteatro romano al aire libre, se celebran eventos que se enmarcan dentro de las jornadas de Festivales y Teatros Romanos de Andalucía: conciertos, danza y teatro entre otras cosas; todo un disfrute cultural para la caída del sol. Por su valor paisajístico y dado que se encuentra en pleno Parque Natural, en esta zona la construcción está muy limitada, apenas se encuentran algunas casitas de campo desperdigadas por todo el área; vecinos muy concienciados con un estilo de vida sostenible y que mayormente se dedican a la pesca, ganadería o trabajos en el campo. Nada de grandes hoteles ni urbanizaciones. Si tenéis la suerte de adentraros en este vecindario, puede que podáis probar los maravillosos quesos de cabras autóctonas que producen los habitantes de esta pequeña localidad.
La playa es un tesoro, una joya de aguas cristalinas y arena blanca. De las más bellas que podréis visitar. ¡Ojo!, no vale asustarse si encontráis alguna que otra vaca de Retinto paseando a sus anchas por la playa; son bañistas habituales en estas tierras. Tienen buen ojo para elegir dónde vivir y comparten con los lugareños y visitantes jornadas de playa, espectáculo de kite-surf muy típico de esta zona... Una simbiosis de total respeto que aunque os parecerá curiosa y os impresionará al principio, aprenderéis a entender y valorar. La naturaleza de Bolonia se preserva gracias a los fuertes vientos de levante y los temporales de invierno; el paso de la arena hacia el interior, se evita por la mediación que ejercen los pinos que fueron plantados para ese propósito en todo el alrededor de la duna. Hacia el pueblo de Tarifa caminando, existe una ruta de piscinas naturales creadas por las propias rocas que, al bajar la marea quedan llenas de agua donde poder disfrutar de unas horas de tranquilidad absoluta mientras vislumbramos cuanta naturaleza nos rodea. En verano, sobre todo, es una zona de bastante afluencia. Visitantes de todos los rincones acuden a Bolonia guiados por el gran atractivo y buena fama que tiene a nivel nacional y también internacional. Fuera de los meses de Julio y Agosto, cuando el número de visitantes se reduce notablemente, es de recomendadísima visita.
En la misma zona de playa hay una amplia oferta de chiringuitos y bares donde degustar los productos locales. La gran materia prima que se trabaja aquí como pescados y mariscos frescos de la bahía son degustados de mil formas: espetos, tartares, planchas, brasas... Y las carnes, ¿qué decir de las carnes de retinto de la zona? Pues simplemente que hay que probarlas, sin más; venir y degustar esta delicia. Además aquí, al igual que en todo el alrededor, los guisos y “potajes” típicos casi nunca faltan en las cocinas y restaurantes. Y no olvidemos los postres caseros. Siempre hay que dejar hueco al postre. Después de un día de playa, chiringuitos, rutas subiendo y bajando dunas, conversaciones con las vacas de Retinto y “pescaito frito”; puede que un concierto a la puesta de sol sea la mejor manera de terminar el día. Y ¿sabéis qué? Aquí también tenemos de esos.